El 20 de Noviembre es una fecha emblemática para el movimiento antifascista en el Estado Español, de un simbolismo transcendente en nuestra lucha, de repudio al fascismo y en especial a la criminal dictadura que soporto este pueblo, pero también de homenaje a las generaciones de luchadores anteriores y ejemplo de continuidad y entrega de los nuevos militantes antifascistas revolucionarios.
Las jornadas del 20 N de aquí a muchos años atrás han significado la aparición de un nuevo movimiento antifascista unitario en torno a coordinadoras, plataformas o asambleas en todo el Estado, y este movimiento cada año da muestras de mayor articulación y coordinación, aunque queda mucho por avanzar. Con sus ventajas e inconvenientes, el movimiento antifascista debe mostrarse decidido a desterrar ya de una vez clichés y bagajes de él.
Debe de pasar de ser una jornada de rechazo a la dictadura de Franco a serlo contra la dictadura del capital, de su lacayo Juan Carlos de Borbón y de aquella transición adulterada en las que se mejoro las formas de gestión de la represión y se repartió el pastel, a ser una jornada de lucha por el antifascismo revolucionario y en contra del oportunismo.
Debe de pasar de ser una jornada de rechazo a la dictadura de Franco a serlo contra la dictadura del capital, de su lacayo Juan Carlos de Borbón y de aquella transición adulterada en las que se mejoro las formas de gestión de la represión y se repartió el pastel, a ser una jornada de lucha por el antifascismo revolucionario y en contra del oportunismo.
El fascismo actual no es el del año 78, y en él se escuda el PSOE y sus prolongaciones de izquierda, el oportunismo y el reformismo en definitiva, estos no cesan en sus apelaciones al viejo franquismo como reclamo a sus bases y a las masas que tienen presente aquel terror y este discurso, pero son estos ahora los que están al mando de la represión de nuevo tipo, los que elaboran leyes como la de extranjería, que discrimina a los pobres de diferente color, y los que golpean los derechos y libertades de la clase trabajadora. No caigamos en sus señuelos de falsas leyes de memoria histórica, ni apoyemos a quienes coartan las libertades y criminalizan a los luchadores más consecuentes.
Superemos estos planteamientos, la lucha antifascista más consecuente es la lucha de clases, las circunstancias se merecen una nueva respuesta, la agresión escalonada a la clase trabajadora nos arrastra a una mayor explotación, paro y precariedad, este sistema decadente tras el consumismo y el control ideológico no tiene nada que ofrecer a la juventud, a la cual le ha llegado la hora de hablar, porque el capitalismo, en plena crisis internacional, tiene claro que su recuperación necesita de una mayor reacción.
La diversidad de nuestro movimiento es fuerza, fuera de sectarismos, analicemos, debatamos y organicémonos; mediante esta fórmula recobraremos nuestra independencia organizativa y política, con la que nuestra lucha se tornará mucho más efectiva y peligrosa.
Nuestra unidad bajo estos parámetros podrá parar la represión, tanto institucional como la ejercida por sus bandas nazi-fascistas, sin resignación de ningún tipo, y la unidad de toda la clase alejará también al racismo y la xenofobia.
Denunciemos y combatamos el mensaje oportunista de las organizaciones burguesas, que para ganarse influencia entre las masas más conscientes utilizan el antifascismo como señuelo.
Abanderemos la lucha anticapitalista porque esta va indisolublemente unida a la lucha contra el fascismo.
Convirtamos la crisis de su sistema en una crisis revolucionaria.
¡Hagamos del fascismo y del capitalismo historia!